"Los fantasmas estaba siempre presentes, aferrándome con fuerza. Cuando llovía, todo era aún peor. Con la lluvia, me asaltaba la ilusión de que, de un momento a otro, iba a aparecer (...). Todas mis palabras perdían fuerza y se iban derramando poco a poco fuera del mundo real como las gotas de lluvia que se deslizaban por los cristales de la ventana. Esas noches sentía que me ahogaba. Las noches de lluvia deformaban la realidad, distorsionaban el tiempo./ Cuando me cansaba de ver fantasmas, me plantaba ante la ventana y me quedaba mirando hacia fuera. A veces me sentía abandonado en una tierra seca y muerta. Como si la cadena de visiones hubiera succionado todo el colorido del mundo que me envolvía sin dejar una pincelada. Todo cuanto se reflejaba en mis ojos era monótono, vacío, provisional; y todo de color arena. Me acordé de aquel compañero de instituto que me había traído noticias de Izumi. Me había dicho: 'Hay muchas maneras de vivir. Hay muchas maneras de morir. Pero eso no tiene ninguna importancia. Al final sólo queda el desierto'."
Haruki Murakami, Al sur de la frontera, al oeste del sol, Ed. Tusquets, Bs. As., febrero 2011.
Haruki Murakami, Al sur de la frontera, al oeste del sol, Ed. Tusquets, Bs. As., febrero 2011.
imagen: paula aramburu
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