"El desierto es un modo de ser (...) De día el aire destella. Y están los espejismos. Se ve de tanto querer ver, un oasis de tierra húmeda y fértil, palmeras y agua, sombra, al fin sombra para los ojos que al sol enloquecido se vuelven verde esmeralda" - clarice lispector
"No te detengas nunca cuando quieras buscarme. Si ves muros de agua, anchos fosos de aire, setos de piedra o tiempo, guardia de voces, pasa. Te espero con un ser que no espera a los otros: en donde yo te espero sólo tu cabes. Nadie puede encontrarse allí conmigo sino el cuerpo que te lleva, como un milagro, en vilo. Intacto, inajenable, un gran espacio blanco azul, en mí, no acepta más que los vuelos tuyos, los pasos de tus pies; no se verán en él otras huellas jamás. Si alguna vez me miras como preso encerrado, detrás de puertas, entre cosas ajenas, piensa en las torres altas, en las trémulas cimas del árbol, arraigado. Las almas de las piedras que abajo están sirviendo aguardan en la punta última de la torre. Y ellos, pájaros, nubes, no se engañan: dejando que por abajo pisen los hombres y los días, se van arriba, a la cima del árbol, al tope de la torre, seguros de que allí, en las fronteras últimas de su ser terrenal, es donde se consuman los amores alegres, las solitarias citas de la carne y las alas."
Pedro Salinas, Razón de amor (1936), Losada, Bs. As., 1982.
Para G. "Viste cómo llueve? Llovió casi toda la noche y a cada cierto tiempo yo te hablaba, estuvieras donde estuvieras, aunque fuera en el extremo más inalcanzable de la tierra. Cuando llueve así, toda la noche, te decía pareciera que el mundo fuera a desprenderse de su eje, pero la sorpresa más inmensa es que el vendaval termina y todo permanece como estaba, apenas un poco de desorden que lentamente se transforma en armonía. Desde niños, vivimos sobreviviendo a catástrofes como esa, a los efectos de lo que tendría que haber pasado y no pasó: que la casa se inunde y nuestras cosas se pierdan arrastradas por la marea sucia, entre piedras y palos y restos de animales, un desperdicio más de lo que hasta entonces ha sido nuestra historia, los objetos que confirman que somos seres físicos y no un soplo filtrándose desde afuera de esa vida brutal de la materia que no se detiene jamás para incluirnos. Soñaste alguna vez, cuando llega la violencia del aguacero, con que el río se salga de su cauce para siempre y nos empuje, soñaste con la noche en que el rayo finalmente nos alcance, descalzos bajo la luz, como esperando saber algo que sólo el impacto de una fuerza sobre el cuerpo podría revelarnos? Pero el rayo no cae, no cayó y al día siguiente todo sigue a salvo en el mismo lugar. Ese es el mayor desastre que conozco: haber estado al borde, una noche, de que nos fuera concedida una verdad extraordinaria, y al amanecer darnos cuenta de que somos los mismos y no sabemos nada que no supiéramos ya."
Claudia Masin, La plenitud, hilos editora, 2010. imagen: paula aramburu
"...soy animal de grandes profundidades húmedas, no conozco el polvo de las cisternas secas, y la superficie de una roca no es mi hogar. Somos criaturas que necesitan sumergirse en las profundidades para allí respirar, como el pez se sumerge en el agua para respirar, pero mis profundidades están el aire de la noche. La noche es nuestro estado latente. Y es tan húmeda que nacen plantas. En las casas las luces se apagan para que se escuchen más nítidos los grillos, y para que los grillos caminen sobre las hojas casi sin tocarlas, las hojas, las hojas, las hojas -en la noche la ansiedad suave se transmite a través del hueco del aire, el vacío es un medio de transporte. Sí, para nosotros no será el amor en el desierto diurno: somos los que nadan, el aire de la noche es escarchado y dulce, y nosotros somos salados pues sudar es nuestra exhalación. Hace mucho tiempo fui diseñada contigo en una caverna, y contigo nadé en sus profundidades oscuras hasta hoy, nadé con mis innumerables cilios..."
Clarice Lispector, La pasión según G.H., el cuenco de plata, junio 2010.
"Los días siguientes fueron de una calma desconcertante. Robert dormía mucho y, cuando se despertaba, me pedía que le leyera mis poemas, sobre todo los que componía para él. Al principio me preocupó que le hubieran herido. Entre sus largos silencios, consideré la posibilidad de que hubiera conocido a alguien. Reconocí los silencios como señales. Ya habíamos pasado por aquello. Aunque no hablamos de ello, me fui preparando para los cambios que se avecinaban. Robert y yo continuábamos teniendo relaciones íntimas y creo que a los dos nos resultaba difícil hablar las cosas abiertamente. De forma paradójica, él parecía quererme más cerca. Quizás fuera la intimidad previa al final, como un caballero que compra joyas a su amante antes de decirle que su relación se ha acabado. (...) Comenzamos a hacernos más regalos. Bagatelas que encontrábamos en un rincón polvoriento del escaparate de una tienda de empeños. Objetos que nadie más quería. Cruces de pelo trenzado, deslustrados amuletos, y haikus de amor escritos en cintas y cuero. Nos dejábamos notas, pastelitos. Cosas. Como si pudiéramos taponar el agujero, reconstruir la pared resquebrajada. Llenar la herida que habíamos abierto para permitir la entrada a otras experiencias."
Patti Smith, Eramos unos niños, Lumen, Barcelona, julio 2010
madrugada: aún no he despertado pero tampoco estoy dormida, y es así como la veo: sentada en el costado izquierdo de mi cama, el peso liviano de su cuerpo hundiendo el colchón, las sábanas, mirándome con sus ojos grises como el agua que deja la lluvia después del verano; y sus manos, la delicadeza de sus manos acariciando mi cabello, apartándolo de mi frente con habitual dulzura; y la extrañeza de sentir esa caricia en mi cara, la presión de su mano como cuando me tomaba la fiebre por las noches, y ese escalofrío que recorre mi espalda ante la vibración de su voz repitiendo querida, como si allí estuviera.
"En esta tierra hay rocas tan profundas que, por muy grande que sea la brecha, jamás verán la superficie. Creo que existe un miedo al amor. Existe un miedo al amor."
Colum McCann, Que el vasto mundo siga girando, RBA, España, marzo 2010.
"ESTOY DEMASIADO CERCA PARA QUE ME SUEÑE. No vuelo sobre él, no me le escapo por la raíz de los árboles. Estoy demasiado cerca. El pez en la red no canta con mi voz. Ni rueda de mi dedo el anillo. Estoy demasiado cerca. La gran casa se incendia sin mí pidiendo ayuda. Demasiado cerca, para que suene la campana en mi cabello. Demasiado cerca como para poder entrar como invitado frente al que se apartan las paredes. Nunca más volveré a morir tan levemente tan más allá de mi cuerpo, tan sin saberlo, como alguna vez en su sueño. Estoy demasiado cerca, demasiado cerca. Oigo el silbido y veo la reluciente piel de esa palabra inmovilizada en un abrazo. El duerme, más accesible en este instante para la cajera del circo ambulante con un solo león, a la que ha visto una vez en la vida, que para mí recostada a su lado. En él crece ahora un valle dorado para ella encerrado por una montaña nevada en el aire azul. Yo estoy demasiado cerca para caerle del cielo. Mi grito podría sólo despertarlo. Pobre, limitada a mi propio personaje; y fui abedul, y fui lagarto y salía de los tiempos y del atlas cambiando mi piel de color. Y tenía la gracia de esfumarme ante sus sorprendidos ojos, riqueza de riquezas. Estoy cerca, demasiado cerca para que me sueñe. Y saco el brazo debajo de su cabeza, entumecido, lleno de agujas imaginarias. En la punta de cada una de ellas, esperando a ser contado reposa un ángel caído".
Wislawa Szymborska, Poesía no completa, Fondo de Cultura Económica, Méjico, 2008.