"Al tiempo que nuestra risa llenaba de vida aquel simulacro de barco anclado en la soledad, Laurent me estrechó en un abrazo de los suyos, esos que terminaban siempre con un pedido de aire de mi parte. Pero yo sentía fluir, tal él lo había dicho en una lejana ocasión, más allá de los cuerpos, en una especie de minuto neutro, de pausa irrepetible, algo como un destello, una reverberación".
Armonía Somers, Viaje al corazón del día, el cuenco de plata, Bs. As., mayo 2011.