"Me gustaría observarte mientras duermes,
algo que tal vez no suceda.
Me gustaría observarte,
durmiendo. Me gustaría dormir
contigo, penetrar en tu sueño
mientras su suave ola oscura
se desliza sobre mi frente
y caminar contigo a través de ese lúcido
bosque que se mece, de hojas verde mar,
con su sol acuoso y sus tres lunas,
hacia la cueva a la que debes descender,
hacia tu peor miedo.
Me gustaría darte la rama
plateada, la florecilla blanca, la única
palabra que te protegerá
del dolor de las entrañas
de tu sueño, del dolor
de las entrañas. Desearía seguirte
cuando subes por la larga escalera
otra vez, y tornarme
en el barco que te devolverá
con cuidado, como una llama
preotegida en dos manos ahuecadas,
al lugar donde yace tu cuerpo
junto al mío, y tú lo penetras
tan natural como una inspiración.
Me gustaría ser el aire
que vive en ti, sólo
por un momento. Me gustaría ser tan invisible
y tan necesaria."
Margaret Atwood, Historia reales, Bruguera, Barcelona, enero 2010.
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