"Su silencio no parecía deberse al infortunio. El silencio, la oscuridad, el tedio, el vacío, se asociaban a los placeres buscados en ellos. A menudo la desnudez se mezcla con ese silencio. Ya no se distingue de esa pura espera en la penumbra. Y la felicidad. Y la lectura le añade otra voz aun, una voz singular, una voz más extraña que un canto, una voz que mantiene el alma en una ausencia total de resonancia. El lector, es como un animal que se acuesta al borde de un lago más antiguo que el de la voz humana. (...) Detestaba toda turbulencia. Los golpes lo horrorizaban. Evitaba juntarse con mujeres u hombres que hablaran demasiado. (...) Y entonces la ola, como cada ola de la naturaleza, inventa la franja de arena húmeda y opaca donde vuelve a romper. Nada brilla ahí. Sin embargo, en ese rastro más oscuro, algo resplandece o al menos respira en un estado sereno y terrible. La belleza resonante de los versos irradia secretamente el mundo sonoro que se anonada en ese lugar."
Pascal Quignard, Abismos. Último Reino III. Cuenco de Plata, Buenos Aires, 2015.
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