viernes, 25 de mayo de 2012

la revolución es un sueño eterno - andrés rivera


"Qué juramos Saavedra, Belgrano, yo, Paso y Moreno, Moreno, allá, el último de la fila viboreante de hombres arrodillados en el piso de ladrillos de la sala capitular del Cabildo, la mano de Moreno, pequeña, pálida, de niño, sobre el hombro de Paso, la cara lunar, blanca, fosforescente, caída sobre el pecho, las pistolas cargadas en los bolsillos de su chaqueta, inmóvil como un ídolo, lejos de la luz de velones y candiles, lejos del crucifijo y los Santos Evangelios que reposaban sobre el sitial guarnecido por un mantel blanco y espeso? Qué juró Moreno, allí, el último en la fila viboreante de hombres arrodillados, Moreno, que estuvo, frío e indomable, detrás de French y Berutti, y los llevó, insomnes, con su voz suave, apenas un silbido filoso y continuo, a un mundo de sueño, y French y Berutti, que ya no descenderían de ese mundo de sueño, armaron a los que, apostados frente al Cabildo, esperaron como nosotros, los arrodillados, el contragolpe monárquico para aplastarlo o morir en el entrevero?
   Que juramos allí, en el Cabildo, de rodillas, ese día oscuro y otoñal de mayo? Qué juró Saavedra? Qué Belgrano, mi primo? Y qué el doctor Moreno, que me dijo rezo a Dios para que a ustred, Castelli, y a mí, la muerte nos sorprenda jóvenes?
   Juré, yo, morir joven? Y a quién juré morir joven? Y por qué?"

Andrés Rivera, La revolución es un sueño eterno, Alfaguara, Bs. As., mayo 2004. Esta novela obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1992, una de las más grandes novelas argentinas.
imagen: juan josé castelli

viernes, 18 de mayo de 2012

los enamorados II - alfred hayes


leer las novelas de alfred hayes es como mirar un cuadro de edward hopper; es sumergirse, hipnotizados, en un mundo íntimo y silencioso como esas cuevas oscuras que se forman bajo la superficie de la tierra: por un lado, el temor a entrar en ellas, por el otro, el deseo irresistible de hacerlo; es entrar en un mundo profundo y también doloroso, hecho de soledad y desencuentros. es la intimidad misma.

"Más allá había agua, sólo agua, oscura bajo un cielo oscuro, un cielo sin ninguna estrella, bajo el que la niebla cruzaba la arena. Ella se quedó sentada frente a la ventana; contemplaba la oscuridad como si al mirarla y quedarse callada un rato pudiera apropiarse de aquella ingravidez y aquel silencio húmedo, triste pero no desagradable, y apropiárselo hasta compenetrarse con él, con su lejanía, con su constante mutismo. Apagué las lámparas que el botones había encendido, para que la oscuridad de la habitación saliera al encuentro de la oscuridad del mar, y la dejé junto a la ventana mientras iba al baño a ordenar mi afeitadora, mi cepillo de dientes, y a comprobar si el agua de la ducha salía caliente. Me duché y, cuando salí del baño, ella seguía sentada junto a la ventana, con la vista en el punto donde el agua y el cielo y la oscuridad se fundían. Fui hasta la ventana y la besé."

Alfred Hayes, op. cit.
Imagen: edward hopper

domingo, 13 de mayo de 2012

los enamorados - alfred hayes



"Lo único que sabía era que, al irse, se había llevado algo que me mantenía entero, una imagen necesaria de mí mismo, algo sin lo cual corría peligro de desplomarme; y fuera lo que fuera, vanidad indispensable, idea irremplazable de mi propia vulnerabilidad, se había ido y solo ella podía devolvérmelo, o eso creía. Porque sin eso me sentía empobrecido, vaciado, misteriosamente herido; entre el mundo y yo no quedaba nada. Y ahora más que nunca, mientras pasaban las semanas, parecía haberla perdido para siempre. Mi cobardía, mi renuencia a dejarme ver, mi ironía perpetua, en dos palabras yo mismo, tal como los años me habían formado, la había perdido. Qué intolerable me resultaba ahora el peso de mi propio ser. Qué castigo tan sutil había ideado la vida. Me sentía como si mi dolor me hubiera arrinconado en una habitación y yo estuviera solo con él, un animal inevitable. Era una experiencia aterradora encontrarse indefenso, y haber quedado indefenso a causa de aquello contra lo que uno no tenía ninguna defensa. Pero cuando sufrimos lo suficiente terminamos por creer que siempre sufrimos, y que nunca fue de otra manera, y al final logramos una especie de simulacro de salud. La simplicidad de la repetición hace que el sufrimiento que se soporta durante mucho tiempo al final parezca menos intenso; por más lisiados que estemos, aprendemos a movernos bastante bien, y un extraño apenas notaría las secuerlas que dejó la enfermedad."

 Alfred Hayes, Los enamorados, La Bestia Equilátera, Buenos Aires, agosto 2011.

viernes, 11 de mayo de 2012

memorias de una viuda II - joyce carol oates

"Como una persona desesperada en un velero, un pequeño velero que se debate en un mar embravecido, después de que el patrón haya muerto arrastrado por las olas, ahogado, y la acompañante que ha quedado atrás tiene que intentar evitar que se hunda el barco... Es ridículo pensar en completar el viaje cuando a lo máximo que se puede aspirar es a mantenerse a flote."

Joyce Carol Oates, op. cit. .

sábado, 5 de mayo de 2012

poema de tom maver

EN CAMINOS despejados me atraso sin remedio
y llego a mi casa siempre después de mí
como a un lugar donde no queda nadie.

Tropiezo con cosas que ya no están,
por todas partes choco con la distancia que se abre
entre nosotros, con armarios que quedaron cerrados.
Los ecos de las charlas que todavía recuerdo
son sobre viajes que se llevan a los que hablan
y peparativos que hace uno solo.

 Apenas te fuiste, borré cada huella tuya
 para no ver adonde iría la siguiente.
 Fuí, uno por uno, deshaciendo todos tus abandonos
 hasta desorientarme y no tener cómo seguirte.

 Pero ahora resulta que cuando piso
 donde alguna vez borré los rastros de tu partida
 vuelvo a tropezar con algo que quedó de vos
 y que se sigue yendo de donde ya no estás.

Tom Maver, Yo, la incesante nieve, Huesos de Jibia, Buenos Aires, 2009. tomado del blog de sandra todo "el placard". gracias, sandra y tom!.
imagen: cruce de caminos by hundterwasser

viernes, 4 de mayo de 2012

en tierras bajas - herta müller

"Las mariposas alzan el vuelo desde las vides y bailan por encima del patio.
   Cazamos mariposas de la col con venas quebradizas en las alas. Esperamos oír sus gritos cuando las atravesamos con un alfiler, pero no tienen huesos en el cuerpo, son livianas y sólo pueden volar, y eso no basta cuando es verano en todas partes.
   Aletean en el alfiler hasta que mueren.
   En dialecto suaba se llama "carroña", Luder, al cadáver de un animal. Una mariposa no puede ser carroña. Se consume sin podrirse.
   Moscas en la jofaina, ruido loco y ahogado de ventiladores en el cubo de leche agria. Moscas sobre la superficie gris del agua jabonosa en la jofaina. Ojos hinchados, lengüeta estirada que pincha el agua, patitas finísimas que se agitan rabiosamente.
   Pronto llega el último temblor y el bicho se queda en la superficie, cada vez más liviano de pura muerte.
    Por cada mariposa se me pegan dos gotas de sangre bajo las uñas de los dedos. La cabeza cercenada de la mosca cae de mi mano al suelo como semilla de mala hierba.
    El abuelo nos dejaba jugar.
   Sólo hay que dejar vivir a las golondrinas, son animales útiles, decía. Y usaba la palabra "dañino" para las mariposas de col, y "carroña" para los innumerables perros muertos.
   Las orugas, que en realidad son mariposas, salen de sus crisálidas. Crisálidas pegadas a las estacas de las vides; algodón ciego.
   Y de dónde llegó la primera mariposa, abuelo?"

Herta Müller, En tierras bajas, Punto de lectura, Bs. As., 2010.
Imagen: rébecca dautremer