Desencanto
I
"Donde quiera que vaya
tomo agua,
porque hay cosas
que son inalterables, más largas
que vos y yo
que nuestro tiempo.
A veces miro
un horizonte y me pregunto
cuántos atardeceres más veremos.
Otras sigo de largo, continúa
el agua circulando al lado mío
un hecho cotidiano o la creencia
de que igual al caudal
para mí
correrá la vida.
Nunca sé más de lo que veo, soy
del mundo la experiencia sensitiva
la que no puede
imaginar lo disipado
lo disuelto,
la que peca
de no haber sido como el árbol
carente de voluntad.
Nada sucederá mañana, pienso
y siento
responsabilidad sobre mi muerte,
como si hubiésemos perdido en estos años
la oportunidad de dios.
II
Cuando el sol cae y las ramas se agitan
con el viento, un atardecer parece
idéntico al otro. Si te observo
creo conocerte, identifico
una forma de mirar o un tono
de voz con que se dicen ciertas cosas.
Pero ninguna percepción alcanza
ni siquiera mi memoria
para darme certezas, sé
que el escenario podría cambiar
súbitamente. O tal vez no sé, creo saberlo,
como sé que todo terminará un día
casi
desconfiando de mis propias palabras.
V
Por momentos, alcanzás
a hilar fino en tu desgracia y tarde
te das cuenta del engaño,
cuando el cansancio
es más grande que el deseo.
Entonces yo te escucho y pienso
que a veces la vida se ve así
como un árbol caído
y los dos
creemos que más cierto que el verano
es este invierno, la apariencia
que en la ventana adquiere
bruscamente
lo que se vuelve inmóvil.
VI
Mejor es ser conciente, observar
la cotidiana conclusión de las cosas
que se avienen con la luz
y terminan en la sombra. Cada día
se aprende de esto,
solamente hay progresión hacia la noche
cerramos los ojos y olvidamos la vida
y la materia,
no sólo eso que nos rodea
sino lo que somos, es decir
lo que no será".
Paula Jiménez, Espacios naturales, bajo la luna, Bs. As., 2009.
imagen: paula aramburu
I
"Donde quiera que vaya
tomo agua,
porque hay cosas
que son inalterables, más largas
que vos y yo
que nuestro tiempo.
A veces miro
un horizonte y me pregunto
cuántos atardeceres más veremos.
Otras sigo de largo, continúa
el agua circulando al lado mío
un hecho cotidiano o la creencia
de que igual al caudal
para mí
correrá la vida.
Nunca sé más de lo que veo, soy
del mundo la experiencia sensitiva
la que no puede
imaginar lo disipado
lo disuelto,
la que peca
de no haber sido como el árbol
carente de voluntad.
Nada sucederá mañana, pienso
y siento
responsabilidad sobre mi muerte,
como si hubiésemos perdido en estos años
la oportunidad de dios.
II
Cuando el sol cae y las ramas se agitan
con el viento, un atardecer parece
idéntico al otro. Si te observo
creo conocerte, identifico
una forma de mirar o un tono
de voz con que se dicen ciertas cosas.
Pero ninguna percepción alcanza
ni siquiera mi memoria
para darme certezas, sé
que el escenario podría cambiar
súbitamente. O tal vez no sé, creo saberlo,
como sé que todo terminará un día
casi
desconfiando de mis propias palabras.
V
Por momentos, alcanzás
a hilar fino en tu desgracia y tarde
te das cuenta del engaño,
cuando el cansancio
es más grande que el deseo.
Entonces yo te escucho y pienso
que a veces la vida se ve así
como un árbol caído
y los dos
creemos que más cierto que el verano
es este invierno, la apariencia
que en la ventana adquiere
bruscamente
lo que se vuelve inmóvil.
VI
Mejor es ser conciente, observar
la cotidiana conclusión de las cosas
que se avienen con la luz
y terminan en la sombra. Cada día
se aprende de esto,
solamente hay progresión hacia la noche
cerramos los ojos y olvidamos la vida
y la materia,
no sólo eso que nos rodea
sino lo que somos, es decir
lo que no será".
Paula Jiménez, Espacios naturales, bajo la luna, Bs. As., 2009.
imagen: paula aramburu
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