Otro fragmento de sonata del claro de luna de este gran poeta griego, yannis ritsos (1909 - 1990), cuya obra comprende mitos, leyendas, tradiciones, paisajes; fue también traductor, pintor, fotógrafo y actor. todo un hallazgo para mí (gracias, horacio!).
"Honda -honda la caída,
honda -honda la subida,
la etérea estatua compacta en sus alas abiertas,
hondo -hondo el implacable beneficio del
silencio-
luces parpadeantes en la otra orilla,como cuando
te meces en tu propia ola,
aliento del océano. Bello, ligero
este vértifgo -ten cuidado, caerás. No me mires
a mí,
mi lugar es la indecisión -soberbio vértigo. Así
todas las tardes
tengo un poco de dolor de cabeza, unos mareos.
A veces cruzo a la farmacia por una aspirina,
otras me vence la desidia y me quedo con mi dolor
de cabeza
a oír entre estas paredes el ruido sordo de las
tuberías del agua,
o me preparo un café y, siempre distraída,
me descuido y hago dos -quién tomará el
otro?-
es curioso, lo dejo en el alféizer para que se enfríe
y llega a ocurrir que me bebo el segundo, mirando a
través de la ventana la luz verde de la farmacia
como el faro verde de un silencioso tren que viene
a llevarme
con mis pañuelos, mis zapatos deformados, mi bolsa
negra, mis poemas,
sin una sola de mis maletas -qué haría con ellas?-
Deja que vaya yo contigo".
Yannis Ritsos, Sonata del claro del luna, ibid.
"Honda -honda la caída,
honda -honda la subida,
la etérea estatua compacta en sus alas abiertas,
hondo -hondo el implacable beneficio del
silencio-
luces parpadeantes en la otra orilla,como cuando
te meces en tu propia ola,
aliento del océano. Bello, ligero
este vértifgo -ten cuidado, caerás. No me mires
a mí,
mi lugar es la indecisión -soberbio vértigo. Así
todas las tardes
tengo un poco de dolor de cabeza, unos mareos.
A veces cruzo a la farmacia por una aspirina,
otras me vence la desidia y me quedo con mi dolor
de cabeza
a oír entre estas paredes el ruido sordo de las
tuberías del agua,
o me preparo un café y, siempre distraída,
me descuido y hago dos -quién tomará el
otro?-
es curioso, lo dejo en el alféizer para que se enfríe
y llega a ocurrir que me bebo el segundo, mirando a
través de la ventana la luz verde de la farmacia
como el faro verde de un silencioso tren que viene
a llevarme
con mis pañuelos, mis zapatos deformados, mi bolsa
negra, mis poemas,
sin una sola de mis maletas -qué haría con ellas?-
Deja que vaya yo contigo".
Yannis Ritsos, Sonata del claro del luna, ibid.